Primer periodo absolutista

Fernando VII olvidó en seguida sus tímidas promesas reformistas. Mientras se organizaba una feroz represión contra instituciones y personas comprometidas con el constitucionalismo o con los franceses, el gobierno restauró el sistema social y político vigente en 1808. Ni siquiera Francia había realizado unos planteamientos revolucionarios tan profundos como España, y ello justificó que toda la Europa de la Restauración alentara a Fernando VII en su brutal política represiva. Se estableció el sistema estamental, gremial y señorial; se devolvió a la iglesia sus propiedades; se resucitó la inquisición aunque no el tormento; etc. Afrancesados y liberales tuvieron que recurrir al destierro, a la clandestinidad y a las sectas secretas y masónicas, para salvar sus vidas.
El desgobierno de este primer periodo absolutista se reflejó en la pérdida de la mayor parte del imperio americano. España se recuperó lentamente de los desastres de la guerra a pesar de la administración inestable, corrupta e incompetente. La camarilla real (el duque de Alagón, Juan Escoiquiz, Antonio de Ugarte-que tramitó la compra de una flota rusa inservible-, chamorro, etc) mediatizó continuamente la acción del gobierno a través de Fernando VII, preocupado únicamente de que nadie le hiciera sombra. La inestabilidad gubernamental fue una de las características de este periodo, y solo el ministro Macanaz propuso a Fernando VII la convocatoria de Cortes, osadía que le valió ser encarcelado en La Coruña. Se cursaron las órdenes más insensatas y descabelladas, inspiradas con frecuencia en el ultramontanismo de los clérigos, y se practicó el culto a la personalidad del rey sin ningún recato y a pesar de que este imitaba los modos imperiales de Napoleón. Sólo el ejército podía cambiar la situación. El ejército había sido muy poco depurado, aunque su oficialidad procedía en su mayor parte de los años de la guerra e inclusive de sectores liberales. La exigencia del título nobiliario para acceder a los mandos superiores y las reformas tributarias del ministro Martín de Garay crearon un fuerte resentimiento entre muchos oficiales que veían cortada así su carrera.
Los pronunciamientos militares a favor de un régimen liberal empezaron ya en 1814 con la marcha del ex guerrillero Javier Mina sobre Pamplona. Los generales Juan Porlier, Luis Lacy, Lorenzo Milans del Bosh y Joaquín Vidal intentaron en años sucesivos derriban al régimen absolutista, pero ninguno de ellos tuvo éxito y varios pagaron su fracaso con la vida. También el sector más aperturista del gobierno intentó una conspiración (del Triángulo) que fue descubierta y abortada.[1]

Ver también: Fernando VII: retorno del absolutismo
[1] Tomado de Fernando VII. Enciclopedia Universal Ilustrada europeo americana. Espasa Calpe SA Madrid 1979.

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